En el corazón del Señor está el bendecir a nuestras
familias, pero en muchas ocasiones nuestra soberbia estorba la manifestación de
aquella bendición. En ciertas ocasiones las cosas en el hogar se ponen complicadas
y difíciles, el ambiente familiar se pone tenso y más bien no se desea volver a
casa.
Debemos procurar mirar no sólo nuestra familia o
las acciones de sus miembros, sino que debemos considerar la condición de nuestro
corazón, y más bien acercarnos al Señor, pues él es la fuente del verdadero amor.
Vamos a considerar el caso de la familia de José, el hijo de Jacob:
Génesis 42:7-9 “Al ver José a sus hermanos, los reconoció, pero fingió no
conocerlos y les habló duramente. Y les dijo: "¿De dónde han venido?"
"De la tierra de Canaán para comprar alimentos," le respondieron
ellos. José
había reconocido a sus hermanos, aunque ellos no lo habían reconocido a él. José se
acordó de los sueños que había tenido acerca de ellos, y les dijo:
"Ustedes son espías. Han venido para ver las partes indefensas de nuestra
tierra”
Tengamos en cuenta que el Señor Jesús dijo: “por la
abundancia del corazón, habla la boca”, entonces a través de sus palabras
podemos identificar un corazón herido o gobernado por malos sentimientos. Aquí por
ejemplo podemos ver la indiferencia en el trato a la familia.
La Escritura nos muestra que cuando José era un adolescente,
sus hermanos “le aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente”, también nos
dice que “le tenían envidia”, ellos le apodaban el soñador y cierta ocasión dijeron:
“matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: alguna mala bestia o
devoró”. Su amargura de corazón y resentimiento los llevó a planear un
homicidio.
Para el tiempo del pasaje bíblico de hoy (Génesis
42:7-9) la Biblia nos enseña que José era el gobernador de Egipto, y vemos cómo
su corazón reacciona al recordar un dolor del pasado, un dolor de su
adolescencia provocado por su hermanos. Como a veces sucede con nosotros cuando
recordamos conflictos con los hermanos, o se recuerdan las comparaciones, los
abusos, las ofensas, quizá las burlas, entre otros. José los acusó de ser espías,
pero en realidad no lo eran.
Es necesario perdonar, pues el perdón genuino
trae libertad, sanidad y restauración. Perdonar es obedecer a Jesús, pues él
dijo: “Sed, pues,
misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis, y no
seréis juzgados: No condenéis, y no seréis condenados: Perdonad, y seréis
perdonados” Juan 6:36-37.
Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria. (Cuida tu corazón del resentimiento).
Te invitamos a leer: Devocional "DE LA CÁRCEL AL PALACIO".
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